sábado, 27 de agosto de 2011

DE UNA PUNTA A OTRA DE LA HISTORIA: "La gestión de Carlos Casares en el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires"


El 12 de octubre de 1874 Nicolás de Avellaneda asumió la presidencia de la nación. El presidente saliente, Domingo Faustino Sarmiento, le dio la banda y le dijo: “haga digno el sillón donde Rivadavia y Sarmiento se sentaron”. A decir verdad, Avellaneda ya había hecho digno el cargo de Ministro de Instrucción Pública (de Educación hoy), al llevar adelante el exitoso e indeleble plan educativo sarmientino; de hecho el historiador Manuel Galvez atribuye los logros de la política educativa de Sarmiento a su ministro, y el mismo Avellaneda se adjudica el mérito en sus “Escritos y Discursos”, editados en 1910, diciendo que su tarea educativa como ministro “Es la página de honor de mi vida pública y la única a cuyo pie quiero consignar mi nombre”.
El vicepresidente fue Mariano Acosta, quien al asumir dejó vacante el cargo de Gobernador de Buenos Aires. De modo que se planteó el problema de la elección del titular. Los aspirantes al máximo cargo provincial eran los jóvenes integrantes del club “Guardia Nacional” del partido autonomista que lideraba el astuto Adolfo Alsina. Ellos eran: el brillante universitario y gran orador Aristóbulo del Valle, el ambicioso Dardo Rocha y el hosco hijo de un mazorquero fusilado en 1853, luego un gran caudillo popular, Leandro N. Alem.
Sin embargo, el candidato del Partido Autonomista era el presidente del ferrocarril oeste, Antonino Cambaceres. Rápido de reflejos, los jóvenes de la Guardia Nacional proponen de candidato a la gobernación a su jefe, Adolfo Alsina. Este, que en verdad estaba interesado en manejar los hilos del poder desde el Ministerio de Guerra, acepta la propuesta pero hace una jugada magistral que conforma a todas las partes: por un lado, le dio a Cambaceres la presidencia nominal del partido y, por otro, hizo gobernador de la provincia de Buenos Aires a una figura prominente en los ámbitos rurales y sociales, un tal Carlos Casares.
El 1 de marzo de 1875, producto de lo que hoy llamaríamos una “rosca política”, Carlos Casares asume la gobernación. Al día siguiente, el diario La Nación reproduce su promesa: “borrar las huellas que dividían al pueblo”
Entre sus actos de gobierno podemos destacar: (i) durante 1876, ante la crisis económica que imposibilitaba la conversión de los papeles en oro (algo similar a la convertibilidad de Cavallo), Carlos Casares cerró la oficina de cambios del Banco de la Provincia con el objeto de salvaguardar el oro del erario público (pueden llamarlo “corralito” o “corralón”); (ii) en las elecciones legislativas porteñas del 25 de mayo de 1877, Carlos Casares destituye al comisario Hipólito Irigoyen, por no reprimir a su tío Leandro N. Alem, quien dirigía personalmente un enfrentamiento callejero, con heridos y muertos, contra el alsinismo que lo había dejado afuera de los cargos electivos. Además, en esa oportunidad Carlos Casares destituye a Alem de su cargo en las “Guardias Nacionales”. Evidentemente no pudieron digerir que el caudillo de balvanera haya ganado en algunas parroquias; y (iii) el 14 de mayo de 1877 muere el Brigadier General Juan Manuel de Rosas. Sus familiares, entonces, invitan públicamente al funeral el 24 de abril en la iglesia de San Ignacio (inaugurada en 1722 en la actual Manzana de las Luces); como consecuencia de tal invitación todo el arco político del momento lo repudia enérgicamente. Los diarios llegan a decir “Este es un cartel de infamia que pretende colgarse a la espalda del pueblo de Buenos Aires”. Alsina, que nunca dio puntada sin hilo, vio la oportunidad de hacer una misa a las victimas del rosismo y fundirse en un abrazo conciliador con su archienemigo Mitre. Carlos Casares, siempre bien dispuesto a los deseos de su jefe Alsina, firma un decreto que en su artículo 1 establece “prohíbase toda demostración pública a favor de la memoria del tirano Juan Manuel de Rosas cualquiera sea su forma”; “en consecuencia prohíbanse los funerales para que se ha invitado para el día martes en el templo de San Ignacio”.
En fin, una gestión digna de quien, como dice Maquiavelo, asumen un cargo con las armas y fortunas de otros.
Sergio Carciofi
Fuentes: Jose María Rosa (1981) y Manuel Galvez (1948)
Foto: Retrato de Carlos Casares, publicado en Wikipedia

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